Comunicado:
La información que circula en todos los medios de comunicación sobre la presunta financiación ilegal del PP, la evasión de impuestos o el reparto de sobresueldos ha generado un gran malestar social. Se ha generalizado la sospecha entre la población, y también entre jueces y fiscales de la existencia de una trama que sin entrar a valorar si es legal o no, es completamente vergonzosa.
La connivencia entre empresas que dan “donativos” o bancos que perdonan préstamos concedidos en campañas electorales, y partidos políticos, en este caso el PP ha saltado a la opinión pública como una “bomba” que produce indignación y rechazo en la mayoría de la población. La pregunta obvia es ¿todo ello a cambio de nada?.
Las sospechas apuntan directamente a ministros, dirigentes del partido y al
propio presidente del gobierno. Este Gobierno ha perdido toda legitimidad y
debe dimitir y convocar elecciones generales. No solo por estos últimos
sucesos, también por el incumplimiento reiterado de las promesas que le
llevaron al poder.
Ante esta situación El Partido Humanista pide a los jueces que se
apliquen las leyes a aquellos que se demuestre que han cometido delitos y que
acabe la injusta situación de que los poderosos se escapen de la ley porque no
se les investiga adecuadamente mientras que muchas personas son castigadas con
dureza por delitos menores.
Pero además, los humanistas queremos hacer dos reflexiones sobre estos
hechos:
La primera se refiere a los intereses que mueven esta crisis. Porque,… si estos
datos ya eran conocidos o sospechados desde hace tiempo, ¿qué ha sucedido para
que justo en este momento se hagan públicos? Resulta significativa la similitud
con otros países europeos, como Italia o Grecia, donde los poderes financieros
han preparado el camino para gobernar directamente, sin intermediarios y sin
democracias representativas que les hagan de pantalla. Estamos asistiendo al
tiempo del Paraestado, de la dictadura de los tecnócratas, de gobiernos que ya
no tienen que responder ante las urnas.
Ésta nos parece que es una de las claves de lo que está pasando, una descarnada
lucha por el poder de la derecha contra la derecha ultraliberal.
La segunda se refiere a la enorme complicidad social. Es posible que algunos se
hayan sorprendido de estos hechos, pero sin duda muchos lo sabían (lo aprobaran
o no) y otros miraban para otro lado. Porque también en otros niveles y a otras
escalas, la ideología del pragmatismo (todo vale por dinero) y de la doble
moral (digo que hay que hacer una cosa y yo hago otra distinta) se ha instalado
en estos últimos años. Es habitual escuchar argumentos del tipo: “si estos lo
hacen, ¿por que no lo voy a hacer yo?”, o incluso “¡el que no lo haga es
tonto!”. Produce malestar ver el grotesco espectáculo de los políticos. Pero
buscar simplemente un culpable que pague los platos rotos, no será realmente un
avance social.
En estos tiempos de desorientación y falta de referencias, los humanistas
proponemos dos valores o aspiraciones por las que orientar la acción personal:
la coherencia que consiste en unir lo que se piensa, se siente y se hace,
logrando con ello un sentimiento de confianza en uno mismo; y la solidaridad,
que se expresa en el principio “trata a los demás como quieres que te traten”,
que nos hace confiables ante otros.
¿A que solidaridad y a que cohesión se puede aspirar cuando impera el
individualismo más cínico y todo se subordina al interés del dinero?
Suscribimos las palabras de Silo en Punta de Vacas a
este respecto:
En el orden interno de las naciones se debería trabajar por hacer
funcionar la ley y la justicia por imperfectas que sean, antes que endurecer
leyes y disposiciones represivas que caerán en las mismas manos de los que
entorpecen la ley y la justicia.
En el orden doméstico la gente debería cumplir lo que predica saliendo
de su retórica hipócrita que envenena a las nuevas generaciones.
En el orden personal cada uno debería esforzarse por lograr que
coincidiera lo que se piensa con lo que se siente y lo que se hace, modelando
una vida coherente y escapando a la contradicción que genera violencia.
Quizás en este momento se hacen evidentes estas cuestiones, que antes pocos
querían ver. Es señal del fin de un ciclo. Si hoy mayoritariamente sentimos que
nos ahoga el sistema, como si fuera un traje que nos aprieta por todos lados,
es porque hemos crecido y ya no nos vale. ¡Más vale que busquemos uno nuevo!
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