El proceso de cosificación empezó a aparecer de forma precisa en la organización de la fábrica del siglo XIX. El obrero progresivamente privado de su condición humana, alienado en su trabajo y considerado apéndice de la máquina. Poco a poco se asimila el obrero a la mercancía, dándose una progresiva materialización del hombre.
Con el tiempo la organización de la fábrica se extiende a toda la sociedad: el hombre se asimila a una máquina cuya función es producir y consumir objetos.
Se entiende al hombre sólo en base al concepto de utilidad, propio de las cosas. Desde este momento podemos decir que se impone la visión materialista del mundo, a la cual corresponde una progresiva pérdida del valor del ser humano.
Discusión con la ideología imperante:
Esta ideología del "hombre útil" se ha impuesto haciendo creer que no hay otras ideologías y que ella a su vez no es una ideología sino que es la "realidad misma". ¨Y cual es esta realidad? Es la de producir y consumir objetos y servicios.
Este mundo objetal provisorio en donde el hombre es un objeto entre objetos determina también un comportamiento donde las personas se tratan objetalmente mientras creer tratar con "las cosas y la realidad".
El dinero como valor central:
Esta visión pragmática del mundo afirma que es más importante el concepto de "lo útil" que el concepto de verdad. Se trata de dejar el terreno de las ideas y la razón, para ir al terreno de los hechos, "científicamente comprobables" lo cual deja de lado toda dimensión humana.
Otra consecuencia de la llamada Revolución Industrial europea fue que con la industrialización mecanizada se reemplaza la idea de "ser" por la idea de "tener": tener propiedades, tener títulos, tener y descartar.
Este valoración de "tener" hace cobrar suma importancia al dinero como medio que permite aumentar el poder.
En síntesis se ha deshumanizado el trabajo, se ha deshumanizado la economía y todo el mundo social.
El intento realizado por el marxismo no alcanzó a restaurar esa dimensión humana en los estados socialistas.
El capitalismo de Adam Smith, por su parte, ha llevado a los otros estados a la situación actual.
Ubicar al Ser Humano en el lugar que le corresponde
He aquí el reto histórico: el cambio rotundo de dirección y el inaugurar nuevos caminos políticos, sociales y culturales que den sentido de futuro a toda la humanidad.
En esta emergencia, como en otras anteriores, el humanismo da respuesta a fin de organizar las relaciones sociales desde y para el ser humano.
Es urgente en este momento reubicar adecuadamente las prioridades y poner el desarrollo científico y tecnológico al servicio del hombre y transformar el sistema social oprimente en que vivimos en un sistema liberador que posibilita la superación de esta crisis en su raíz.
La salida de esta crisis y la superación de mundo y de un ser humano cosificados, está en el correcto emplazamiento mental en un futuro no violento, solidario y constructivo.
Ubicar al ser humano como valor central es querer un mundo en el que este valor cobre categoría de tal en reemplazo del hombre mercancía, del hombre productor consumidor.
Ubicar al ser humano como valor central es querer salir de la prehistoria, produciendo una ruptura temporal y entrar en la historia verdadera y cálidamente humana; es querer una nueva sociedad en que no se siente el freno o el control, sino la total incapacidad de ejercer cualquier violencia de la prehistoria.
Ubicar al ser humano como valor central es construir un mundo en el que se elimine socialmente la posibilidad del ejercicio de poder del hombre sobre el hombre, para ejercerlo únicamente sobre la naturaleza.
Las condiciones políticas
A este nivel deberíamos definir mínimamente las relaciones laborales, el rol del estado, el proyecto económico, el sistema de relaciones humanas y de participación social.
El humanismo se plantea en una sociedad no discriminatoria, donde las cuestiones económicas, culturales y religiosas dejen de ser factores de división de grupos humanos, pero no por ellos desaparezca la libertad más amplia de expresión de ideas y formas de vida, y donde el principio de opción entre alternativas sea una realidad para toda la población.
No hay real libertad ni responsabilidad sin participación en los mecanismos de decisión.
La dialéctica generacional es un tema a considerar porque el sentir del pueblo difiere de generación en generación y las actitudes de las generaciones definen en gran medida el proceso social e histórico.
Por otra parte la necesidad de ámbitos de participación hace concebir una sociedad con organizaciones de base amplias e insertas dentro de mecanismos y canales de expresión a niveles más globales.
La descentralización del poder político, económico e informativo garantiza la participación real y con sentido.
En la concepción humanista el estado es coordinador en lugar de centralizador de poder.
Hoy el estado, concebido como "naturaleza de la sociedad", es el centro de la concentración, ampliación y conservación de la opresión, sea del signo político que sea.
No es fácil imaginar lo que estamos proponiendo, ya que los modelos impuestos por las actuales fuerzas mundiales son contrarios al concepto humanista que busca generar el modelo desde la base, que solo la real participación y capacidad de decisión de un pueblo organizado y libre puede dar la respuesta a la crisis.
Finalmente la descentralización del poder económico es posible al liquidar la posesión de la propiedad privada sobre los medios de producción que deben estar en manos del pueblo.
Interesa el cooperativismo y los sistemas de autogestión, en base a los cuales los centros de producción ganan en autonomía, autorregulación y autosuficiencia y los trabajadores tienen el medio de producción en sus manos con ejercicio de la administración, planificación y expansión de los mismos.
El cooperativismo devuelve el poder al pueblo porque está devolviendo el poder político al traspasar el poder económico.
Mario Rodríguez, Silo
No hay comentarios:
Publicar un comentario