El jueves 16 ha fallecido en Mendoza, Mario Luis Rodríguez Cobos, (SILO), un argentino universal.
Las referencias personales que da Silo son escuetas: su nombre es Mario Luis Rodríguez
Cobos, nació en Mendoza el 6 de enero de 1938. Está casado con Ana Cremaschi, es padre de
Alejandro y Federico y reside en un pequeño pueblo (Chacras de Coria) en los alrededores de
Mendoza. Es escritor y, desde hace unos años, abandonó parcialmente sus actividades
agrícolas.
Sus principales obras publicadas son: Humanizar la Tierra, Contribuciones al Pensamiento, El
día del león alado, Experiencias guiadas, Mitos raíces universales, Cartas a mis amigos,
Diccionario del Nuevo Humanismo, Habla Silo y Apuntes de Psicología. También se han editado
dos tomos de sus obras completas. Estos libros se han traducido y publicado en los principales
idiomas, lenguas y dialectos y es lectura corriente de jóvenes contestatarios, de la Nueva
Izquierda, de humanistas, ecologistas y pacifistas.
A partir del año 2002, Silo impulsa El Mensaje, una dimensión espiritual.
Si hubiera que esquematizar un perfil, diríamos que Silo es el ideólogo de una corriente de
pensamiento: Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista (o Humanismo Siloísta, aunque él
rechace esta denominación); un movimiento político-social no violento: el Movimiento
Humanista, y una expresión espiritual: El Mensaje.
La doctrina de Silo abarca, en suma, los temas fundamentales que interesan al ser humano.
Partió el Maestro, también el amigo y el orientador. Más que una noticia triste, la muerte de Silo, es una noticia extraña. Tiene la virtud de hacer reflexionar profundamente sobre la propia existencia. Trae consigo preanuncios de la propia partida y de toda la generación con la que compartimos un tiempo histórico, pero también nos recuerda todo lo que nos queda por entregar al mundo.
Con su muerte nace el Guía Profundo, el Gran Espíritu, que en su ausencia instala una gigantesca copresencia. Algo en mí lo busca en lo insondable y, con eso, algo en mí se peralta, se enaltece inefablemente.
Hablo con él, con la representación de su recuerdo. Su imagen se independiza de mi intención y me señala las tareas, las misiones que en su momento me encomendara.
Por lo pronto, la de comenzar a andar sobre mis propios pies.
Sé que ni una sola letra más saldrá de su pluma, pero reparo, casi sin querer, en todos los tesoros que dejó. Están allí, a la vista, generosamente expuestos para quien quiera servirse. A pesar de ser inagotables, son apenas pistas, indicios, direcciones, del largo camino a recorrer por nosotros y las generaciones futuras.
Espero que el sorprendente amor y la incontenible gratitud que experimento hoy hacia él me guíen, en mi día, nuevamente hacia su presencia luminosa.
Cuando se habló de las ciudades de los dioses adonde quisieron arribar numerosos héroes de distintos pueblos; cuando se habló de paraísos en que dioses y hombres convivían en original naturaleza transfigurada; cuando se habló de caídas y diluvios, se dijo gran verdad interior.
Luego los redentores trajeron sus mensajes y llegaron a nosotros en doble naturaleza, para restablecer aquella nostálgica unidad perdida. También entonces se dijo gran verdad interior.
Sin embargo, cuando se dijo todo aquello colocándolo fuera de la mente, se erró o se mintió.
Inversamente, el mundo externo confundido con la interna mirada obliga a ésta a recorrer nuevos caminos.
Así, hoy vuela hacia las estrellas el héroe de esta edad. Vuela a través de regiones antes ignoradas. Vuela hacia afuera de su mundo y, sin saberlo, va impulsado hasta el interno y luminoso centro... Silo, la Mirada Interna
Paz, fuerza y alegría
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