El
Contexto de la UE
Los
Humanistas aspiramos a que en un futuro todos los pueblos del mundo
se puedan integrar en una Nación Humana Universal. En ese sentido
diferenciamos en ese proceso de integración, lo que denominamos
mundialización, de lo que se ha dado en llamar globalización;
mientras la primera tiene que ver con la integración de los pueblos
con su diversidad cultural, la segunda tiene que ver más con la
expansión y penetración del poder económico y financiero global,
disciplinando a los países bajo su lógica depredadora.
Desde luego
que como Humanistas alentamos todos los avances que se vayan dando en
las integraciones regionales, en tanto signifiquen un paso previo a
esa Nación Humana Universal futura. Y desde luego que la integración
económica debe ser un aspecto importante de esa integración; pero
no debería ser el más importante, o en todo caso debiera estar
supeditado a un interés superior que tenga que ver con una verdadera
integración solidaria de las poblaciones, donde las estructuras
económicas estén al servicio del desarrollo humano sin fronteras.
Y desde luego que si el uso de una moneda común en una integración
regional, contribuyera a ese desarrollo, habría que alentarla.
Pero algo
muy distinto ocurre en algunas de las integraciones regionales que se
van dando en el mundo, que no parecieran constituirse a partir de las
necesidades e intereses de las poblaciones, sino más bien desde los
intereses de las multinacionales y del poder financiero global. Y
este es el caso de la Unión Europea, cada vez más al servicio de
los bancos y las empresas que de la gente; y es el caso del euro, que
potencia la expansión de las economías más fuertes, y termina
desmantelando y endeudando a las economías más débiles. Mientras
tanto, los medios de comunicación privados, siempre al servicio de
los mismos poderes económicos, manipulan a la opinión pública para
convencerla de que los países serios son los que aplican la economía
neoliberal, y que si a algún país le va mal es solamente porque sus
gobernantes son corruptos y sus pueblos flojos. Así dividen a los
pueblos, para que luego no se solidaricen cuando alguno cae en
desgracia, víctima de las políticas neoliberales, y así sus
gobernantes tienen argumentos para ser crueles con los pueblos y
generosos con los bancos.
Cuando se
conformó la UE y luego la eurozona, ya existían importantes
diferencias entre las economías de los países miembros, diferencias
en el nivel de productividad y de desarrollo industrial.
Históricamente en el mundo, para sobrellevar ese tipo de diferencias
los países con menor productividad han manejado el valor de su
moneda y han administrado su comercio exterior buscando cierto
equilibrio que les permitiera mantener el nivel de empleo. De este
modo, cada cual trataba de mantener su equilibrio, para desde allí
desarrollarse, y se asumía que el nivel de vida de la población, en
promedio, era el que se correspondía con su nivel de desarrollo.
Pero cuando se avanzó en la zona de libre comercio y en la unión
monetaria en Europa, sus miembros renunciaron a esos instrumentos de
política económica, seguramente asumiendo que la nueva organización
supranacional contemplaría la resolución de las asimetrías entre
los países. Pero la UE organizó su economía bajo los paradigmas
del neoliberalismo, suponiendo que el mercado iría regulando todo
armoniosamente. Suponiendo que allí donde hubiera desocupados irían
los capitales productivos a radicar sus plantas, o también que los
desocupados migrarían con facilidad hacia las mismas.
Suponiendo que
los capitales financieros se movilizarían para cubrir las
necesidades de las inversiones productivas. Pero la libertad de
movilidad dentro de la eurozona ha dado diferentes resultados a cada
protagonista, porque los capitales financieros se pueden movilizar de
un lugar a otro en segundos, los capitales productivos requieren más
tiempo, y las personas aunque puedan movilizarse libremente por las
fronteras, en la práctica el arraigo y las barreras culturales
limitan las migraciones. Por otra parte, ya en el resto del mundo se
ha visto que las políticas neoliberales han dado lugar a la
especulación de los capitales financieros, al endeudamiento
sistemático y al desmantelamiento de la industria en numerosos
países; han dado lugar a la fuga de capitales hacia paraísos
fiscales y de las fábricas hacia paraísos laborales. Y si todo eso
pudo hacer el virus del neoliberalismo globalizante con naciones que
mantenían su soberanía y su moneda, mucho peor ha sido su efecto en
una eurozona donde los países ya estaban con las defensas bajas.
Entonces,
si hoy la UE está en crisis y la eurozona está en duda, no es
porque el mundo no esté preparado para la integración regional; es
porque se lo quiso hacer bajo el signo neoliberal.
Verdades
y mentiras con respecto al endeudamiento
La versión
que se ha instalado en buena parte de Europa, y que los medios de
comunicación agitan para culpar de todo a los griegos, atribuye la
responsabilidad a los gobiernos corruptos, que han endeudado
irresponsablemente al país, que han dilapidado los recursos, que han
sobredimensionado al sector público con el consecuente déficit
fiscal, y que además han falseado su contabilidad para ocultar el
déficit y el endeudamiento. Esta responsabilidad de los gobernantes,
estaría compartida con la población, que en definitiva los ha
votado, se ha beneficiado con las dádivas, con un laxo sistema de
pensiones, con el crédito al consumo, y con la ilusoria prosperidad
de una burbuja, viviendo por encima de las posibilidades que permitía
su economía. Algunas de estas versiones se ilustran con datos
reales, y se difunden para exaltar la indignación de los ciudadanos
de otros países, como es el caso de los alemanes al enterarse de que
la pensión máxima en Grecia es de 3.500 euros, mientras en Alemania
es de 3.100; o que las edades en las que muchos trabajadores griegos
se jubilan, es inferior a la de otros países para similar actividad.
El Instituto de Seguros Sociales (IKA), que es deficitario y se lleva
una parte importante del presupuesto estatal, paga algún tipo de
pensión a 5,5 millones de personas (prácticamente la mitad de la
población); existen más de 600 profesiones en las que es posible
retirarse antes y tener una pensión anticipada por considerarse
grupo de riesgo, contándose entre ellas a los peluqueros, los
camareros, los locutores, los músicos y otras actividades en las que
en cualquier país se jubilarían a la misma edad que el resto.
Por el lado
de los ingresos estatales también hay mucha ineficiencia, ya que
existe una gran evasión, mucho autoempleo y empresarios que no
aportan al sistema, y hasta exenciones al IVA en las islas, donde hay
importantes ingresos por el turismo, pero que no generan un ingreso
proporcional al fisco, que contribuya a reducir el déficit. Aún así
Grecia incrementó el gasto público en un 50 % entre 1999 y 2007, y
eso se financió con endeudamiento.
Con toda
esta información en sus papeles de trabajo es que los representantes
de los demás países de la UE, endurecen su posición con Grecia y
le exigen más y más ajustes. Y publicando sesgadamente estos datos
en los medios de comunicación, es que las poblaciones de esos países
también se endurecen y avalan a sus gobiernos en sus exigencias con
los griegos. Y seguramente que mucha de esta información es cierta,
más allá de los énfasis y el sesgo que le agreguen los medios y
los halcones de la UE; pero hay otra información de la que nadie
habla, y hay otros responsables de los que ya nadie habla, y que son
los bancos, las multinacionales, y los gobiernos que defienden sus
intereses.
Cuando
alguien se endeuda, es porque hay alguien que le presta. Y si alguien
se endeuda irresponsablemente, es porque alguien le presta
irresponsablemente. ¿O acaso podemos creer que los bancos que le
prestaban a Grecia eran ingenuos filántropos que creían en el país
y luego fueron defraudados en su buena fe?
Cuando
estalla la crisis financiera mundial, el detonante fueron las
hipotecas subprime, o hipotecas basura, sobre las cuales se montó
todo un sistema fraudulento de apalancamientos de préstamos sobre
préstamos, con un sustento tan endeble como lo eran millones de
hipotecas constituidas durante la burbuja financiera, en las que
muchos de los deudores eran insolventes desde el inicio, y otros
devinieron en insolventes cuando la burbuja explotó y los valores de
sus inmuebles bajaron a la cuarta parte de su deuda hipotecaria. A
nadie se le ocurriría pensar que los culpables de ese gigantesco
fraude fueron los millones de personas que perdieron sus viviendas, y
que los bancos y fondos de inversión que generaron la burbuja y
multiplicaron la estafa eran unos ingenuos y bondadosos prestamistas
que confiaban inocentemente en sus deudores, y luego fueron
defraudados. Sin embargo, los cientos de miles de millones de dólares
que se destinaron a paliar la crisis, no fueron destinados a los que
perdieron sus viviendas, sino que se destinaron a salvar a los
bancos. Y los CEO que protagonizaron esta estafa, luego fueron
vergonzosamente premiados con cifras obscenas.
Es bueno
recordar todo esto, porque los bancos que hicieron jugosos negociados
prestándole a los gobernantes corruptos que tuvo Grecia, no
solamente tenían claro que Grecia era insolvente, sino que en
realidad no les importaba, porque sabían que en última instancia
también a ellos los iban a rescatar. Y de hecho fue así, los bancos
franceses redujeron sus créditos contra Grecia de 79.000 millones a
1.300 millones; los bancos alemanes de 45.000 millones a 10.000
millones, y los italianos de 12.000 millones a 1.000. Y ahora la
mayor parte de la deuda pasó a manos de los países de la UE, en
forma directa o a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad
(145.000 millones de euros), y también en manos del FMI y el BCE. Es
decir, nuevamente los gobiernos y los organismos internacionales
decidieron salvar a los bancos que prestaron irresponsablemente, y
ahora le dicen a sus ciudadanos que hay que recuperar lo que los
griegos le deben a sus países, y de alguna manera les dan a entender
que los ciudadanos alemanes, franceses, italianos o españoles, han
pagado impuestos para solventar a los irresponsables griegos que
malgastaron el dinero. Una farsa mediática para poner a unos pueblos
en contra de otros, disimulando la cómplice sumisión de los
gobernantes con el poder financiero.
Los bancos
saben el poder que tienen. No solamente controlan a muchos
gobernantes en cuanto son socios, sino que además, debido al
complejo entramado de las finanzas tal como está organizado el
sistema bancario en la economía neoliberal, chantajean a toda la
sociedad, ya que cuando un banco quiebra, arrastra en la ruptura de
la cadena de pagos a una porción importante de la economía real,
provocando un efecto dominó que ningún gobierno desea, y se genera
una situación de chantaje en la que los gobernantes más allá de
sus convicciones terminan claudicando a favor de los bancos. Pero
como si esto no fuera suficiente para comprender la perversidad del
sistema, también hay que entender que cuando un banco o un fondo de
inversión compra deuda a un país poco solvente, quienes toman esas
decisiones no son los dueños del dinero; los que toman las
decisiones son los administradores de esos fondos, que saben que en
última instancia el que pierde es el ahorrista, luego de que ellos
retiraron sus cuantiosas ganancias. Es por todo esto que la mayor
responsabilidad en la trampa del endeudamiento, es de los
prestamistas y no de los deudores poco solventes. Desde ya que para
que un país se endeude más allá de sus posibilidades, se requiere
de gobernantes irresponsables y corruptos; pero precisamente ese es
uno de los problemas de las democracias formales, que la gente tiene
que elegir entre falsas opciones, con los medios de comunicación
manipulando, para que la mesa quede servida a los buitres de las
finanzas, que luego de depredar dejan a los países en crisis, ellos
se vuelan y los responsables visibles son sólo sus gobiernos
títeres. Y desde luego que cuando se conforman estas burbujas de
ilusoria prosperidad financiada con endeudamiento, mucha gente siente
que su nivel de vida mejora, que puede consumir más, y que recibe
beneficios que con el tiempo considera derechos adquiridos, y luego
se resiste a perderlos cuando le explican que se acabó la fiesta.
Pero no se puede responsabilizar a las poblaciones de eso, porque no
tienen por qué conocer las turbias maniobras financieras que hay
detrás de cada burbuja.
El
sobreendeudamiento de los países ya tiene varias décadas. En los
años ochenta fue la crisis de las deudas latinoamericanas, y
entonces llegó el Plan Brady para salvar a los bancos y cambiar de
manos las deudas. Luego en los noventa el neoliberalismo fomentó
nuevamente el endeudamiento y las burbujas, generando varias crisis
entre las que se destaca el default de Argentina, con una situación
muy semejante a la de Grecia. Y durante lo que va del nuevo siglo, se
fueron incubando nuevamente las burbujas, hasta que estalló la más
grande con epicentro en USA, y con ese estallido se produjo la crisis
de la deuda en varios países de Europa. Los gobiernos van cambiando,
los países van cambiando, pero hay un actor que siempre está en
todas las crisis: el poder financiero mundial, depredando, endeudando
y comiendo la carroña de lo que queda de sus víctimas a través de
las privatizaciones.
Por eso nos
parece que los griegos deberán hacer su parte, mejorando su sistema
tributario, recortando privilegios insostenibles, saneando su
corrupción. Y posiblemente tengan que adecuarse a vivir con lo que
realmente generan, mientras se esfuerzan por crecer y desarrollarse.
Pero de ninguna manera tienen que pasar hambre y privaciones, ni
privatizar todo su patrimonio durante décadas para intentar cancelar
una deuda impagable. Tampoco esa deuda debieran pagarla otros pueblos
con sus impuestos, ni tampoco debieran perder sus ahorros los
inversores de buena fe. La deuda debieran pagarla quienes manejan el
poder financiero en el mundo, y para que no sigan depredando habría
que desmantelar su poder. Pero mientras los gobiernos de las
potencias no se atrevan a desmantelar el poder financiero global,
tendrán que explicarles a sus contribuyentes y a sus ahorristas que
les toca pagar el precio de la complicidad de sus gobernantes con ese
poder.
Hay otro
aspecto del endeudamiento, y que también se relaciona con la
mecánica neoliberal, porque esta se sostiene alimentando el
consumismo. En un mundo donde la riqueza se concentra cada vez más,
donde las ganancias empresariales cada vez crecen más frente a los
ingresos de los asalariados, y mientras las ganancias de la
especulación financiera succionan cada vez más los recursos que
debieran ir a la producción y el trabajo; en ese mundo donde los
asalariados cada vez reciben una porción menor de la torta,
solamente se pueden mantener los niveles de consumo mediante el
endeudamiento. Entonces, como una operación de pinzas, aparece de un
lado el poder financiero endeudando a países y personas para que
consuman, y por otro lado aparecen las multinacionales ofreciendo los
productos que se deben comprar con esos préstamos. Así fue como en
el caso de Grecia, bancos alemanes y franceses financiaban el consumo
de los griegos, y ese consumo en buena parte eran productos alemanes
y franceses (incluyendo armas).
La
situación actual de Grecia
Hoy Grecia
tiene una deuda de 340.000 millones de euros, equivalente al 175 % de
su PBI. Después de todos los ajustes realizados en los últimos años
por exigencias de la Troika, a cambio de refinanciar su deuda, su PBI
cayó un 25 %, y la desocupación alcanzó el 26 % en promedio y el
60 % entre los jóvenes. Esto llevó a un empobrecimiento de una
parte importante de la población, con numerosos desalojos y el más
alto índice de suicidios en Europa. Y todo este sacrificio inhumano
ha sido para apenas acercarse al equilibrio fiscal, y ahora debería
redoblar estos ajustes y sacrificios para llegar en un par de años
al 3 % de superávit primario que le permita amortizar por goteo una
deuda, que a ese ritmo en el mejor de los casos se demoraría unos 50
años en cancelarla. Esta deuda es impagable, y todos lo saben, solo
que antes de que se declare el inevitable default, pretenden quedarse
con el patrimonio griego, obligando a privatizarlo a cambio de unos
50.000 millones de euros que irían directamente a cancelar una parte
de la deuda. Es decir, que el camino que tienen por delante, de
acuerdo a las exigencias de la Troika, es el de atormentar a su
pueblo con más ajustes, rematar todos los bienes del Estado, y
después de todos modos habrá default, y en ese caso una salida
forzosa del euro.
Grecia
tiene constantes vencimientos a cancelar por las diversas
refinanciaciones de enorme deuda, y como no puede pagarlos con su
presupuesto, debe refinanciarlos permanentemente con paquetes de
ayuda de la Troika, y esa ayuda es a cambio de más ajustes y
recortes. Si Grecia no aceptara los ajustes, la Troika no
refinanciaría la deuda y al primer vencimiento que no pague caería
en default. Y si cayera en default no recibiría más fondos de
ningún tipo, por lo cual sus bancos no tendrían liquidez, ya que
los euros no los imprime Grecia sino el BCE, y frente a esta
posibilidad habría corridas bancarias para retirar fondos, y muy
pronto el gobierno debería empezar a pagar las pensiones y los
salarios públicos emitiendo algún tipo de bono, que en la práctica
sería como una nueva moneda. Es decir, sería una salida del euro de
hecho, aunque no está prevista en la UE. Esta situación es la que
estuvo por ocurrir en los últimos días, cuando se instaló el
corralito y las restricciones para extraer fondos de los bancos, de
modo que Tsipras tuvo que ir a negociar el nuevo acuerdo bajo
amenaza, y a pesar del resultado del referéndum terminó capitulando
por temor a peores consecuencias. Posiblemente Tsipras creyó que con
el apoyo del referéndum en el que el pueblo griego votó por el No a
los ajustes, podría negociar con mayor fuerza ante la Troika y esta
flexibilizaría su postura, pero resultó lo contrario.
En realidad
el gobierno griego ya antes del referéndum manifestaba que su
intención no era salirse del euro sino morigerar los ajustes del
nuevo acuerdo. Pero la debilidad de esa postura fue que precisamente,
si no estaban dispuestos a salir del euro, entonces no tenían un
plan B para el caso en que la Troika no flexibilizara sus exigencias,
porque el único modo de permanecer en el euro era con la ayuda
financiera de la Troika, y esta puso sus condiciones.
Está claro
que la situación es muy delicada, y no existe ninguna salida fácil
y cualquier salida tendrá su costo, y será alto. Muchos comparan la
situación de Grecia con la que sufrió Argentina entre fines del
2001 y el 2002, y efectivamente hay muchos puntos en común.
Argentina tenía en esos tiempos, desde hacía varios años, un
régimen de convertibilidad en el que un peso equivalía a un dólar;
eso había provocado una sobrevaluación del peso que encarecía
enormemente las exportaciones y abarataba las importaciones, con lo
cual la balanza comercial era deficitaria y se sostenía en base a
endeudamiento, al igual que el déficit fiscal. Llegó un momento en
que la deuda se hizo impagable, no se consiguió más financiación
para refinanciarla, se generó una corrida bancaria y cambiaria por
lo que se estableció un corralito; luego se cayó en default y luego
hubo que derogar la convertibilidad y la moneda se devaluó un 300 %.
La crisis social fue enorme, hubo un empobrecimiento de gran parte de
la población, aumentó la desocupación, y hubo numerosas demandas
legales cuando se pesificaron los depósitos y las deudas y créditos
que estaban nominados en dólares. Pero después de un año Argentina
empezó a recuperarse, gracias a esa devaluación se recompuso la
industria sustituyendo importaciones, se reactivó el mercado
interno, y crecieron las exportaciones que aportaron divisas. Recién
en el 2005, después de recuperarse y crecer la economía a altas
tasas, el gobierno renegoció la deuda en default, con una quita de
casi dos tercios de la deuda.
Seguramente
que Tsipras conoce este ejemplo, que también lo citan los premios
nobeles de economía, Krugman y Stiglitz, cuando critican los ajustes
a los que se somete a Grecia, y sugieren, en el caso de Krugman, que
la salida del euro sería una solución. Pero también hay que
recordar algo para comprender las dudas de Tsipras: el presidente
Kirchner, que fue quien gobernó el período de la recuperación y el
crecimiento de Argentina desde el 2003, en cierto modo encontró un
camino allanado respecto a las decisiones económicas drásticas,
porque previo a su llegada, fue otro presidente el que se vio forzado
a imponer el corralito a los depósitos bancarios, y terminó
renunciando en medio de un caos social; un segundo presidente tuvo
que declarar el default, y a los pocos días renunció, y un tercero
fue el que decidió la salida de la convertibilidad, y si bien estuvo
en el poder un año y medio hasta entregarlo a Kirchner, se retiró
con pésima imagen pública. Es decir, que la crisis se devoró a
tres presidentes, a pesar de que las medidas que tomaron no tenían
opción, porque el país se había quedado sin divisas para pagar la
deuda y sostener la convertibilidad. Para Tsipras es difícil
discernir si rechazando las exigencias de la Troika y saliendo del
euro, terminará siendo el gobernante que conduzca a Grecia a su
recuperación, o si el caos inicial se lo devorará, y cuando Grecia
vea la luz al final del túnel, el ya sea un cadáver político, y
otro sea el que gobierne, y quizá de otro partido político.
Por otra
parte, podemos decir que la situación económica de Grecia, es aún
peor que la de Argentina de aquellos años; no solamente porque la
deuda es mayor, tanto nominalmente como en relación a su PBI, sino
sobre todo porque Grecia no tiene el potencial productivo que tenía
Argentina, con una industria que operaba al 30 % de su capacidad,
como consecuencia del auge importador bajo el régimen de
convertibilidad, y que se recuperó como un resorte al salirse de ese
régimen. Y además porque Argentina tiene una gran capacidad
exportadora de alimentos.
De manera
que económicamente hablando, la recuperación de Grecia después de
una hipotética salida del euro, seguramente sería algo más lenta
que la de Argentina, pero siempre implicará una mejora sustancial
con respecto a la situación actual, y sobre todo con un futuro
posibilitario.
|
Guillermo Sullings, es economista, miembro del partido humanista argentino |
Pero por
otra parte, también hay que decir, siguiendo con las comparaciones,
que la situación geopolítica de Grecia, es más ventajosa que la
que tenía Argentina cuando estalló su crisis. En ese momento el
país sudamericano estuvo sumamente aislado, sobre todo por parte de
las potencias, y solo contó con el apoyo de algunos países de
Latinoamérica, y estuvo obligado a subsistir y crecer exclusivamente
con recursos propios. En cambio Grecia podría apelar a otras
estrategias de política internacional para lograr una salida del
euro más ordenada. Si bien la UE acaba de aprobar la profundización
de las exigencias de ajustes, hay diferentes posturas entre sus
miembros; y dentro de la misma Troika, hasta el propio FMI está
argumentando que habría que reestructurar la deuda que es impagable.
Y fuera de la eurozona, ya Rusia ha manifestado su ofrecimiento de
apoyo a Grecia, y esto podría extenderse a China también. Y en USA
están sumamente alertas, porque también consideran que las
exigencias a Grecia son inviables, y sobre todo están preocupados
porque este país ocupa una posición estratégica para la OTAN, y a
no les caería en gracia su acercamiento con Rusia. Con esto queremos
decir que no necesariamente la salida del euro debiera ser todo lo
traumática que sería si se tratara de un desenlace forzado en un
contexto de estampida financiera. En el caso de Argentina, ya en 1998
había indicadores de lo que podría pasar a futuro, y el Partido
Humanista fue el único que propuso una salida ordenada del régimen
de convertibilidad; si se hubiera realizado de ese modo, tal vez se
habría evitado el caos social del 2001 y 2002; sin embargo, se
insistió hasta último momento con ese régimen inviable, y la
salida fue forzada y tortuosa. Consideramos que Grecia está en
condiciones de elaborar una estrategia política buscando aliados que
lo respalden financieramente para conformar un nivel de reservas en
divisas fuertes que le permitan volver al dracma sin caer en una
hiperinflación.
Hay
otras soluciones, o solamente la salida del euro?
Como
decíamos antes, el problema de fondo es que la integración europea
no se diseñó a la medida de los pueblos, sino a la medida de los
capitales financieros y las multinacionales. Por lo tanto es muy
difícil que desde la UE surjan otro tipo de soluciones. Pero desde
luego que si reflexionaran y decidieran reformular los paradigmas de
la región, hay otras opciones de solución, no sólo para Grecia,
sino para los demás países en crisis. Ya ha habido propuestas de
emisión de eurobonos para reestructurar y refinanciar las deudas de
los países con apremios, pero fueron desechadas. Alemania y sus
halcones aliados dentro de la UE, se resisten a que el BCE genere una
expansión monetaria para financiar el rescate de las deudas,
argumentando que en ese caso se incumplirían las metas del 2 %
máximo de inflación que pretenden para la eurozona. Algunos afirman
que Alemania teme un incremento de la inflación debido a la
traumática experiencia hiperinflacionaria que padeció después de
la primera guerra mundial, lo que favoreció el surgimiento del
nazismo. Pero resulta poco creíble ese argumento, porque se está
hablando de algo que ocurrió hace casi un siglo, en una coyuntura
totalmente diferente. La única razón que explica tanta preocupación
por utilizar una política monetaria más expansiva, que a lo sumo
podría temporalmente subir 2 o 3 puntos más la inflación en la
eurozona, es la protección que se quiere brindar a los sectores con
activos financieros importantes, que se desvalorizarían.
De las
recesiones no se sale con más ajustes y austeridad, se sale con
políticas activas, y allí debe cumplir su rol el BCE, absorbiendo
una parte importante de las deudas de los países, y financiando la
inversión y el consumo para impulsar la recuperación económica.
Eso tendría como costo una devaluación del euro, con lo cual se
socializarán las pérdidas entre países deudores y no deudores,
porque el enfoque debiera ser la solidaridad entre los miembros de la
UE, y no el cálculo mezquino. Pero parece ser que el paradigma de la
solidaridad no es el baluarte en esta conformación regional, por lo
cual los países con problemas deben resolverlos por sus propios
medios. Y por el momento es bajo ese condicionamiento que Grecia debe
manejar sus opciones, y no son otras que: o la agonía de los
ajustes, para de todos modos terminar tarde o temprano en la salida
forzosa; o una salida voluntaria del modo más ordenado posible.
Paul Krugman (premio nobel de economía) que antes dudaba de la
conveniencia de que Grecia salga del euro, recientemente ha
manifestado que esa es la solución, y ha dicho que, teniendo en
cuenta las penurias por las que están pasando los griegos, más les
vale salirse del euro para al menos tener los beneficios de tal
salida, dado que el infierno ya lo tienen ahora.
Pero en realidad, no se trata solamente de que por la imposibilidad
de pagar la deuda Grecia caiga en default, y eso conlleve a la salida
de la eurozona, al no poder recibir más euros del BCE. O no se trata
solamente que Grecia renuncie a pagar su deuda con el hambre de su
pueblo, y por esa decisión deba abandonar la eurozona. Se trata
además de que precisamente, uno de los principales factores por los
que Grecia se endeudó, ha sido por tener una moneda común con otras
naciones con las que no puede competir. La salida del euro,
independientemente de la situación de la deuda, permitirá que
Grecia mejore su balanza comercial, aumente sus exportaciones y
potencie aún más el turismo, generando mayores ingresos y empleos.
Podríamos preguntarnos también si para la mejora de la
competitividad, no hay otra solución que la salida del euro.
Volvemos a lo mismo; si la Eurozona estuviera construida en base a la
solidaridad, el rol del BCE debiera ser llevar adelantes políticas
expansivas, no solamente para morigerar el endeudamiento de algunos
países, sino también para impulsar el desarrollo, y ese desarrollo
debiera planificarse en el ámbito de la UE, poniendo la prioridad en
la aceleración de los países menos desarrollados. Y debiera ser en
ese marco y en esa dinámica que podrían hacerse las correcciones
presupuestarias que ayuden a Grecia a disminuir el peso del estado
sobre la economía; porque en una economía en desarrollo, es posible
ir disminuyendo el empleo público y trasladarlo a la economía
privada, sin afectar el nivel de empleo. Entonces, se atacaría el
problema desde varios flancos y se podría mejorar la competitividad
sin salirse del euro. Pero esa sería una aspiración que no se
corresponde con las actuales prioridades de la UE.
En definitiva, desde luego que sería posible resolver el tema del
endeudamiento de Grecia sin salirse de la Eurozona. Desde luego que
podrían compensarse las asimetrías en el desarrollo, para que la
moneda común no descompense la balanza comercial de algunos países.
Pero esa posibilidad hoy está muy lejos de las intenciones de la
mayor parte de los miembros de la UE, por lo cual la mejor opción
que le queda a Grecia, es la salida.
Qué consecuencias tendría el Grexit?
Desde ya que nada será fácil, y cualquier decisión será difícil
y traerá problemas por resolver. Pero en la salida del euro habrá
una luz al final del túnel, mientras que en el camino de los ajustes
crecientes, solo se visualiza el abismo.
Uno de los primeros problemas que tendría el grexit es la presión a
la fuga de capitales, de los que ya se fueron 42.000 millones en los
últimos 9 meses, y se supone que si Grecia vuelve al dracma habría
una estampida, ya que todo el mundo iría a los bancos a sacar sus
euros. Esto es cierto, pero para eso existen los mecanismos de
control de entrada y salida de divisas que como medida de emergencia
se pueden implementar, como han hecho y hacen otros países. Desde
luego que de todos modos habrá fuga, y desde luego que habrá quejas
y protestas de miles de ahorristas por las restricciones. Habrá
turbulencias fuertes los primeros tiempos.
Otro problema a resolver es el logístico, ya que no se trata
solamente de una devaluación de una moneda ya existente, sino de
acuñar una nueva, hacerla llegar a todos lados, adecuar sistemas y
cajeros; una complejidad logística que se dará durante los primeros
meses, y los obligará a una transición tortuosa.
Otro conflicto serán las deudas de griegos con griegos y de griegos
con el exterior. Internamente los que sean acreedores protestarán
bastante porque el que les debía euros ahora les pagará con
dracmas, por lo que su crédito se licuará. Y los que tengan deudas
con el exterior, o bien tendrán que ahorrar mucho para poder
pagarlas, ya que sus ingresos serán en dracmas y sus deudas seguirán
en euros, o bien entrarán en cesación de pagos hasta que se
recompongan los precios relativos.
Grecia importa muchos productos, incluyendo alimentos y medicamentos,
y su balanza comercial es deficitaria, así que con la salida del
euro habrá un encarecimiento de los productos importados, y por lo
tanto una baja en el poder adquisitivo de la población en relación
al resto de la eurozona. Claro que ese empobrecimiento relativo podrá
redistribuirse en diversos sectores, según el gobierno maneje su
presupuesto en dracmas, asistiendo a los más desprotegidos. A
diferencia de la situación actual, en la que quienes van quedando
desocupados se llevan la peor parte, la devaluación redistribuirá
mejor las cargas, y entre todos tendrán que asumir ese
empobrecimiento relativo, hasta que la economía comience a
recuperarse y a mejorar, y entonces recompondrán su situación.
Las consecuencias positivas de la salida del euro serán importantes,
aunque sus frutos llegarán un tiempo más tarde. Grecia será un
país con menores costos relativos, por lo que se potenciará aún
más su turismo y la exportación de algunos productos, lo cual
implicará una entrada de divisas importante, que ayudará a
equilibrar la balanza comercial y estabilizará el tipo de cambio.
Habrá más empleos en las áreas vinculadas al turismo y la
exportación, y habrá oportunidad de sustituir algunas
importaciones.
Como se asume que si Grecia sale del euro es porque también entró
en default, entonces tampoco se ocupará por un largo tiempo de su
deuda externa, lo cual le traerá problemas de financiamiento
externo, y algunos conflictos políticos, pero al menos se habrá
cortado la sangría actual, tendrán que vivir con sus propios
recursos, pero no tendrán que ajustarse más aún para amortizar
deudas impagables. Y desde luego que la soberanía monetaria y en el
manejo de su política económica, le permitirán al gobierno adecuar
el presupuesto público en función del desarrollo; para lo cual
indefectiblemente tendrán que mejorar su sistema tributario y sanear
la administración pública.
Podríamos sintetizar diciendo que actualmente los griegos se están
empobreciendo paulatina y progresivamente, y la tendencia de seguir
así los llevará a estar cada vez peor, y de todos modos no lograrán
pagar la deuda, por lo cual tendrán que privatizar todo su
patrimonio, y cuando ya no tengan nada caerán en default y saldrán
del euro a la fuerza, pero en un estado mucho peor que el actual.
Mientras que si se salen del euro ahora, pasarán por un período
difícil, pero poco a poco se recuperarán, y luego estarán
creciendo de nuevo, recuperando el empleo y el nivel de vida, tal vez
no el nivel de vida del que en algún momento disfrutaron algunos
gracias el endeudamiento, pero si un nivel mejor que el que tienen
ahora con los ajustes.
Guillermo Sullings, 22/07/2015.